domingo, 1 de julio de 2012

Encuentros inesperados


Salí preocupada del hospital, el diagnóstico del médico era contundente: “María, es altamente probable que sea alérgica al anisakis, así que por lo pronto olvídese del pescado y marisco”.

¿Cómo me puede decir eso el médico?, a mi, ¿que desde el año de nacida he comido pescado? Pero si soy una mujer de mar…

Mientras caminaba, pensaba en cómo la vida te puede cambiar en cuestión de segundos.  Cabizbaja recordaba mi cara llena de pequeñas ronchas rojas, como si hubiera tomado el sol a las 12 del mediodía sin protección solar. 

Ahora mismo sentía un calor interior intenso que recorría cada punto de mi rostro, por desgracia no era por placer, sino por el maldito anisakis.

Me acompañaba una amiga y le dije, “anda, vamos a comer por este barrio, conozco un lugar en el que hay paella los domingos, claro yo comeré una buena carne…” y nos reíamos. A estas alturas, ya sólo me queda reír a carcajadas y tomar lo que me pasa con humor.

De pronto, me detengo en la puerta de un bar cercano al que íbamos para leer el menú del día. A mi espalda, escucho la voz de un hombre que decía “este menú es el mejor, a muy buen precio, yo creo que deberían quedarse aquí”. 

Decido voltear, su timbre de voz era agradable y me intrigaba saber a quién pertenecía.  Lo primero que veo son los ojos de este hombre misterioso.  Su mirada se cruza con la mía,  y mientras él continúa hablando de las maravillas del menú, yo dejé de escucharlo para poner atención a lo que me pasaba a mi.  Sentía un calor intenso que ahora recorría  todo mi cuerpo, ¿será el anisakis? o ¿me lo  provocaba esa mirada intensa que no dejaba de mirarme?

Definitivamente, en cuestión de segundos, la vida te ofrece sorpresas inesperadas que hacen que el sentido de tu existencia tome una dirección diferente.

                                      Ese día viví dos encuentros.

Uno de ellos con el anisakis, un parásito que vive en el mar y se aloja en muchos de los peces que llegan a Madrid, y que me ha hecho ser alérgica al pescado.

El segundo, con un hombre de mar, que vive a 400 metros de la playa y con sólo una mirada me ha provocado más calor que el anisakis en plena crisis alérgica.

Poema Hombre En El Mar (fragmento) de Carlos Barral
II
Y tú, amor mío, ¿agradeces conmigo
las generosas ocasiones que la mar
nos deparaba de estar juntos? ¿Tú te acuerdas,
casi en el tacto, como yo,
de la caricia intranquila entre dos maniobras,
del temblor de tus pechos
en la camisa abierta cara al viento?
Y de las tardes sosegadas,
cuando la vela débil como un moribundo
nos devolvía a casa muy despacio…
Éramos como huéspedes de la libertad,
tal vez demasiado
hermosa.
El azul de la tarde,
los húmedos violetas que oscurecían el aire
se abrían
y volvían a cerrarse tras nosotros
como la puerta de una habitación
por la que no nos hubiéramos
atrevido a preguntar.
Y casi
nos bastaba un ligero contacto,
un distraído cogerte por los hombros
y sentir tu cabeza abandonada,
mientras alrededor se hacía triste
y allá en tierra, en la penumbra
parpadeaban las primeras luces.

3 comentarios:

  1. Elo que padre que vuelves a escribir!! La felicidad y la tristeza inspiran, me da mucho gusto que tu inspiración venga por felicidad =)

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  2. Amiga, en esta ocasión, ambos sentimientos están mezclados, pero el efecto hace que me inspire de nuevo..jaja un abrazo!! yo también te leo amiga...

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  3. que bien escribes Eloisa, me encanto! y se que esto te ha pasado a ti en realidad, que pena prima que ahora seas alergica a los mariscos! un beso prima!

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