La Tierra es un Teatro, pero tiene un reparto deplorable.
Oscar Wilde
Oscar Wilde
María sale de su dormitorio. Es la hora
del espectáculo. Son las 8:00 en punto.
Tercera llamada….
María abre el gran ventanal que enmarca su
sala, cada mañana se acerca a ese
espacio, su lugar habitual, en el que se permite cerrar los ojos por un momento
y respirar profundamente el aire puro que a esa hora todavía se puede sentir.
Esto es sólo por unos momentos, pues el show va a comenzar…
Escucha la
última campanada de la iglesia de su barrio y se acerca aun más para asomar su
rostro y poder ver claramente el espectáculo.
Esa es una
gata salvaje…su rostro está desfigurado por el carmín desgastado y sus ojos
hinchados por la noche que acaba de vivir.
A su lado,
aparece un pingüino intelectual. El corte de su traje es impecable y esos pequeños
pasos que da por el camino a su trabajo, lo hace parecer más pequeño; es muy
pequeño. Se ha detenido por un momento. Siente
que alguien ha golpeado su hombro.
El tigre
dormido pasa de largo, sin mirar atrás. Algo le duele, y se toca su hombr0,
posiblemente sea que tuvo un mal sueño. No puede más.
En la parada
de taxi, se encuentra una sardina que parece enlatada. No se mueve, está inmóvil
y sólo puede detenerse por el poste que tiene a sus espaldas.
Los ojos de
María no paran de moverse, a su derecha, izquierda, frente a ella, quiere ver a
todos los que hoy han tocado desvelar esta obra. Perros falderos, delfines
coquetos, gatitas sumisas, leones atrevidos…
Ella sabe que
mañana habrá más personajes, nuevas representaciones que disfrutar.
Pero hoy ha
echado de menos a la víbora serpenteante, aquella que sabe que no puede faltar,
la que hace daño con sólo mirar a los ojos.
María voltea al reloj de pared de su sala, se da cuenta que son las 9:00 de la mañana. Se nota, la calle ha quedado vacía de nuevo. El show de este día ha finalizado.
Fin
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