domingo, 8 de abril de 2012

Tic tac tic tac










¿Qué importan los años? Lo que realmente importa es comprobar que al final de cuentas la mejor edad de la vida es estar vivo.  
Mafalda









María abre los ojos, por fin ha llegado el día esperado. ¡tic tac, tic tac! Escucha en silencio la alarma que la despierta todas las mañanas. Hoy tiene 40 años, las cuatro decádas más esperadas.

No quiere levantarse de la cama, quiere detener el tiempo y evitar la llegada de lo inevitable. Cierra los ojos, da unas bocandas de aire y suspira, dejando que su cuerpo se llene de energía.

Por fin ha decidido hacer la sábana a un lado, esta suave tela la ha protegido durante las horas de sueño y ahora un aire helado recorre por su cuerpo, siente que ha sido expuesta a la realidad de un día más; del día que no pretendía que llegara.

Lentamente se sienta en la orilla de su cama. ¡tic tac, tic tac! Se percata de la melodía, no es su alarma, es algo que viene de dentro. Ese sonido rítmico, que va sumando las horas le inquieta, no entiende porque ahora, en su cumpleaños 40 lo percibe. ¿será para recordarle que los años pesan y que su existencia tiene fecha de caducidad?


Coge su bata y envuelve su cuerpo, de nuevo experimenta esa sensación de sentirse resguardada.   Se pone las pantuflas y camina pausadamente hacia el baño con un dejo de cansancio, sus hombros caen hacia delante, recordándole que hoy tiene un año más. No quería que este día llegara, se aferra a su bata, sú única guarida en ese momento,  y se estremese recordando lo que le depara esta fecha. Cae una lágrima de su rostro.

Abre la puerta y vislumbra en la oscuridad apenas un rostro que le resulta familiar. Enciende la luz y la ve nítidamente, es Ella. Se queda quieta, se aferra aun más a su bata y contiene el aliento. La imgen de Ella reflejada en el espejo la reta, la confronta.

María reacciona y deja escapar una sonrisa, esa que siempre utiliza como arma infalible para que no descubran sus sentimientos y la gente piense que es un ser feliz. En esta ocasión, no ha dado el resultado deseado, la imagen del espejo se ha dado cuenta del gesto, que esas curvas que suavemente se extienden en su boca no son verdaderas; no vienen del alma.

María se inquieta al ver reflejado en el espejo esa imagen que la sigue provocando. Su táctica no ha funcionado, sabe que no puede engañarle. Ella es quien mejor la conoce. ¡tic tac, tic tac! De pronto, escucha de nuevo la melodía ahora a un ritmo más acelerado. Ese ir y venir la está volviendo desquiciada. Quiere detener ese golpeteo. No puede, le martillea en su interior sin control.

Pone sus manos en el lavabo, sus hombros se caen aun más, y vuelve de nuevo su rostro a Ella. Deja escapar un suspiro corto, de esos que hacen que la razón se pierda; otro suspiro más profundo, de aquellos que hacen una pausa entre la vida que se queda.

María siente cómo caen las lágrimas de su rostro y en esa descarga de emociones comprende lo que está sucediendo. ¡tic tac, tic tac! Las palpitaciones aceleradas se hacen cada vez más pausadas y recobra las fuerzas. ¡tic tac, tic tac! Deja de asirse a su bata y hace que se caiga.  Ahora siente un chispazo de electricidad que le recorre el cuerpo y la hace sentirse más viva que nunca.

Pasan unos segundos, que parecen eternas horas. Ese tic tac ya le resulta familiar a María. Tantos años y no había reparado en ese sonido que ahora es melodioso, relajante, esperanzador…

Ella sonríe satisfecha, sabe que María disfrutará este día como el mejor de su vida, pero no por recordarle que ha cumplido un año más, sino porque hoy, y todos los días venideros serán especiales, porque le confirmarán que la mejor edad y los mejores años son aquellos en los que uno disfruta estando vivo. ¡tic tac, tic tac!


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