Dicen que existe un hilo rojo invisible que une a las personas destinadas a encontrarse. No importa el tiempo, la distancia o las circunstancias: ese hilo puede tensarse, enredarse, volverse delgado, pero nunca romperse.
¿Cuántos hilos rojos podría tener María en su vida?
Había visto la película del “Hilo Rojo” y llevaba semanas reflexionando sobre sus propias historias, sus conexiones, algunas todavía presentes, otras desvanecidas, como sombras en su mente.
¿Habrá alguien en este presente conectado a mi hilo rojo principal y todavía no lo he conocido?, o quizás sí, pero está enredado con otros hilos rojos y aún no ha descubierto mi existencia.
Sonrió al imaginar a ese hombre atrapado en un laberinto de hilos, sin poder encontrar la salida. Bien merecido lo tenía por no haberme encontrado aún, - pensó mientras paseaba a su perro.
Ese lunes sin muchas expectativas, entró a la aplicación. Llevaba tiempo sin sentir una conexión especial. Entonces vio la foto de un chico sacando la lengua. Le pareció divertido, mmm.. es español y está aquí – dijo María. Inmediatamente, recuerdos de su vida en la madre patria la envolvieron. Sus años en Madrid seguían siendo de los mejores de su vida.
Vamos a darle like y a ver qué pasa,- dijo María e hicieron “match”. A María se le iluminó el rostro. Le hacía ilusión conocer a un español. Es vasco, mm qué interesante-pensó. Hacía poco había visitado a una amiga en el norte de España y le habían fascinado los pueblos que recorrió. Esa zona es encantadora.
La conexión fue inmediata y acordaron una cita. Él fue claro: estaría solo un mes y quería conocer a alguien para salir y disfrutar el tiempo en esta ciudad. Conocer a este español, le ilusionaba a María.
Una cita, una esperanza de seguir creando recuerdos especiales en su vida.
Esa noche, su corazón latía con un ritmo particular, una mezcla de nerviosismo y emoción. Lo vio a lo lejos mientras estacionaba su coche. Era alto, justo como le gustaban. Caminando hacia él, con el susurro del viento la transportó a su historia en España. De pronto estaba enfrente de él. Sus miradas se encontraron y sintió que la reconocía de antes, era todo muy familiar.
El hilo rojo estaba ahí, conectándolos, era como si hubieran estado unidos en otro tiempo.
Desde el primer instante, la conexión fue mágica. Las palabras fluyeron como ríos que encontrando su cauce, las risas surgieron sin esfuerzo, y sus miradas se entrelazaban como si bailaran en un compás conocido. Era como si sus almas hubieran esperado este momento toda una vida.
“Un mes” se dijeron, “Seremos pareja”.
María sintió mariposas y se fue a dormir con el corazón lleno de ilusión.
Los días siguientes fueron una explosión de emociones. Mensajes constantes, emoticonos de besos que viajaban a través de la pantalla, la certeza de que se extrañaban a cada instante. Fueron cinco días irrepetibles: bailes en la penumbra, risas que retumbaban en el aire, conversaciones y miradas profundas que desnudaban el alma. Se confesaron sueños, miedos, anhelos, y en cada palabra, el hilo rojo se hacía más fuerte, más tangible. Eran dos piezas de un mismo rompecabezas que, por fin, se habían encontrado.
Pero algo sucedió. Tal vez el destino quiso jugar con ellos, tal vez la vida les recordó su imprevisibilidad. El hilo rojo no se rompió, porque nunca lo hace, pero quizás se volvió más delgado.
La realidad a veces tensa el hilo hasta parecer que se quiebra, pero sigue ahí, unido a dos personas. María siente que no ha desvanecido. Tiene la esperanza de que sigue ahí, posiblemente enredado, sin encontrar el camino correcto.
Porque cuando el alma ha experimentado una conexión tan profunda, esa energía queda grabada en la piel, en los recuerdos, en el corazón.
Quizás el hilo rojo les lleve de nuevo el uno al otro. Quizás el tiempo lo haga más resistente. O quizás simplemente les recuerde que la magia existe, que la ilusión es un regalo, y que una sonrisa puede ser el puente entre dos almas destinadas a encontrarse.
Porque hay instantes que duran para siempre, miradas que dejan huella en el alma y recuerdos que, aunque efímeros en el tiempo, permanecen eternos en el corazón.